Visto los documentos sobre los que hemos
trabajado, pensamos que las posibilidades que ofrecen los juegos cooperativos,
son mucho mayores al uso que en realidad se les da, para alcanzar los objetivos
propuestos. El hecho de que primen
valores sociales, frente a
aspectos técnicos y tácticos, aporta grandes beneficios a la hora de
desarrollar las diferentes formas de juego, para afianzar y reforzar la
educación integral de los más pequeños, es por ello que se debe abogar, por una
mayor utilización de los juegos cooperativos, como herramienta de trabajo.
A continuación, trataremos brevemente sobre
el origen del juego y la importancia que tienen éstos en el desarrollo
infantil. También añadiremos definiciones de diferentes autores que nos
aproximen a una idea más concisa de lo que entienden por juego, para
posteriormente enfocar el trabajo hacia un tipo de juegos, que en definitiva
serán los que centrarán nuestro interés, “los juegos cooperativos”.
Etimológicamente, la palabra juego proviene del vocablo
latino “iocus”, que viene a significar diversión, gracia, broma, pasatiempo...
Es una fuente de placer, divertida, que generalmente suscita excitación, a la
vez que es una experiencia liberadora y arbitraria. De la misma manera, la
palabra jugar (Lat. iocari) viene a significar hacer algo con alegría y con el
sólo fin de entretenerse o divertirse.
El juego es una de las actividades humanas que
está presente en toda sociedad y cultura. Permite y facilita un armonioso
crecimiento de la inteligencia, de la afectividad, de la creatividad y de la
sociabilidad. Los juegos constituyen una fuente de preparación para la vida
adulta y posibilitan ensayar situaciones divertidas, conflictivas que quizá se
vayan a experimentar en la vida. Gracias a la flexibilidad que presentan, estos
pueden ser utilizados con diferentes objetivos y de diversas formas, pero sin
duda, todos ellos transmiten algún valor.
Tienen una gran relación con la Educación
Física, pues a través de éstos, los niños pueden manifestar sus movimientos y
aprender una infinidad de cosas. Fomentan su creatividad, mejoran los niveles
de movimiento y desarrollo motriz e intelectual; además de que le permiten
conocer su cuerpo. Aparecen como una actividad óptima y necesaria para comenzar
a aprender generando un desarrollo integral de la persona, ya que existe una
relación paralela entre lo que el niño puede realizar a nivel lúdico, motor,
intelectual y afectivo. Las situaciones del juego se amplían y regulan de
acuerdo con las posibilidades del niño, con el fin de aumentar el atractivo del
mismo.
Determinados tipos de juegos contribuyen a
fomentar el individualismo, el sexismo, la intolerancia, el racismo, la
xenofobia, actitudes uniformadoras y sumisas, etc. Solamente desde la
motivación para que todas las personas participantes se sientan estimuladas por
los objetivos del grupo, se impliquen y participen en el mismo contribuyendo
con su individualidad, entendemos que es posible vivenciar el juego como algo
positivo para el desarrollo de personas solidarias, justas y comprometidas. Eso
es justo lo que se persigue conseguir con los juegos cooperativos, que los
jugadores den y reciban ayuda para contribuir a alcanzar objetivos comunes. De
este modo, las actividades cooperativas en general y los juegos cooperativos en
particular pueden convertirse en un importante recurso al promover una
educación física en valores; son varios los autores que resaltan las ventajas
de incorporar actividades y juegos cooperativos tanto en los programas de
educación formal como en los de ocio y tiempo libre.
Estudios realizados definen el juego como “uno
de los elementos fundamentales en la vida del niño/a para su desarrollo
personal físico, emocional e intelectual”. Si favorecemos el juego para la
aceptación, la colaboración, la ayuda y, en definitiva, para la cooperación,
estaremos contribuyendo a formar no únicamente una persona o grupo de personas
sino también un ambiente solidario y justo. Dice Orlick (1990) que “jugar es un
medio ideal para un aprendizaje social positivo porque es natural, activo y
muy motivador para la mayor parte de los niños/
niñas. Los
juegos implican de forma constante a las personas en los procesos de acción,
reacción, sensación, y experimentación. Sin embargo, si deformas el juego de
los niños/as premiando la competición excesiva, la agresión física contra
otros/as, los engaños y el juego sucio, estás deformando la vida estos/as”.
En definitiva, el niño/a aprende jugando, ya
que hacen de la vida misma un juego constante. Así pues, esta actividad lúdica
es un elemento metodológico ideal para dotar a los niños y niñas de una
formación integral. “Jugar no es estudiar ni trabajar, pero jugando, el niño/a
aprende a comprender el mundo social que le rodea” (Ortega, 1990).